Mustangs

*A minutos de una batalla aérea sobre el Río de la Plata*

El 16 setiembre de 1955, en el marco de la Revolución Libertadora se produjo lo que algunos historiadores argentinos denominan la “Batalla del Río de la Plata”, misma identificación que la dada al combate protagonizado entre el acorazado alemán Graf Spee y los buques británicos Ajax, Achiles y Exeter en 1939.

En el ’55, la República Argentina se vió envuelta en sangrientos enfrentamientos, pero lo que pocos saben es que a la tardecita del 16 de setiembre de 1955, las malas condiciones meteorológicas imperantes en el Río de la Plata evitaron lo que podría haber sido un enfrentamiento entre aviones F-51 Mustang de la Fuerza Aérea Uruguaya y Gloster Meteor de la Fuerza Aérea Argentina (FAA).

Fueron cuatro las aeronaves de la Fuerza Aérea Uruguaya (FAU) que despegaron para defender la soberanía de nuestros cielos, ante un inminente ataque de aviones de la FAA leales al presidente Perón que desde la mañana hostigaron en forma sistemática a los destructores “La Rioja” y “Cervantes”, de la Armada Argentina que formaban parte de las fuerzas sublevadas ese día.

Ambos buques habían zarpado de la Escuela Naval tripulados por personal regular y cadetes, para patrullar el Río de la Plata esperando que llegara la Flota de Mar, además de bloquear la navegación en el Plata y evitar la llegada de buques a los puertos bonaerenses.

En esas operaciones es que son atacados por aviones de la Base de Morón, que produjeron bajas en el personal y averías en los barcos.

Fueron varias incursiones en su derrotero por el Plata, incluso cuando enfilaron hacia Montevideo un Avro Lincoln de la Fuerza Aérea arrojó cuatro o cinco bombas que cayeron a unos 300 m. de los barcos.

Los viejos buques asignados en ese entonces a la Escuadra de Ríos, habían zarpado desde la Base de Río Santiago antes del amanecer y al llegar a la boya de Punta Indio viraron hacia la costa uruguaya, frente a la cual navegaron lentamente en dirección Oeste.

Es en ese periplo que son detectados frente a Colonia por un avión de observación de la FAA, donde volaba el oficial que planificó los ataques contra la flota de la “rebelde” Armada Argentina (ARA).

Increíblemente, ese oficial era un aviador naval, el Capitán de Fragata Hugo Crexell, quien se había mantenido leal durante la sublevación del 16 de junio del ’55.
Altos oficiales cercanos a Perón fueron quienes recomendaron a Crexell al Presidente, dado que había comandado con gran pericia unos ejercicios aeronavales realizados en el Sur de Argentina.

Fue el propio Perón quien lo designó para que dirigiera lo que se transformaría en la primera batalla aeronaval de la historia argentina, insólitamente poniéndolo al frente de unidades de la Fuerza Aérea.

El Gral. Juan Domingo Perón fue muy claro al darle sus órdenes, le estrechó la mano y le dijo que debía “limpiar” de elementos rebeldes el Río de la Plata, eso a cualquier costo y lo puso a cargo de las operaciones.

La Fuerza Aérea, leal a Perón, ya estaba en alerta en la madrugada del 16 de setiembre, con aeronaves Gloster Meteor preparadas en la Base Aérea de Morón, donde Crexell dio el brieffing a los pilotos de los primeros 4 aviones que atacarían, conformando una escuadrilla bajo las órdenes del Vicecomodoro Carlos Síster.

Despegaron con rumbo SE, divisando minutos después a los destructores “La Rioja” y “Cervantes”, los aviones peronistas llegaron en una perfecta formación en V, dicen que así les había enseñado Adolf Galland, el as de la Luftwaffe en la Segunda Guerra Mundial, que fuera contratado por Perón para entrenar a sus pilotos tiempo atrás.

Tras un giro amplio la escuadrilla se dividió a la mitad, a las 09:20 hs. y con el sol a sus espaldas dos Gloster volando en línea, uno tras otro, ametrallaron al “ARA La Rioja”, dañando levemente la estructura del barco pero sin causar bajas. Inmediatamente los dos aviones restantes llegaron en vuelo rasante accionando sus cañones de 20 mm., causando ahora daños de importancia, como el caso de seis orificios bajo la línea de flotación.

A las 10 de la mañana la escuadrilla tocaba pista en Morón, desde donde un cuarto de hora después despegó una segunda formación para asestar otro ataque a los barcos rebeldes que estaban ahora en medio del estuario.

Cuentan las crónicas de la época, que mientras estas acciones se desarrollaban, un frente de tormenta se aproximaba por el NE.

En vistas de los resultados del primer ataque, el Capitán Crexell ordenó a los pilotos de la FAA hacer variaciones en los próximos ataques a los buques, esta vez debían cambiar el ángulo de disparos con corridas de popa a proa y no de costado como lo habían hecho en la incursión anterior.

Eso causaría mayores daños en las embarcaciones y además pondría a cubierto a las aeronaves detrás de las densas columnas de humo que despedían las chimeneas de los destructores.
Así fue que la tercera incursión fue demoledora, a la hora 11 el “La Rioja” volvió a ser ametrallado en cuatro pasadas de la escuadrilla descargando sus proyectiles con furia sobre las unidades de superficie.

Luego de ser ferozmente atacados, tanto el “Cervantes” como el “La Rioja” se alejaron de la zona, rumbo a la desembocadura del río, para estar fuera del radio de alcance de los aviones peronistas.

Pero no lograron evadirlos, ya que de entre las nubes aparecieron nuevamente cuatro Gloster Meteor que se abalanzaron sobre ellos, ametrallándolos, en momentos en que muchos marinos estaban en las cubiertas, por lo que los resultados fueron devastadores sobre la tropa.

Las viejas embarcaciones salieron a toda máquina desde esa área, navegando escorados, con muchas averías, con más de 250 impactos en sus estructuras.

Esa navegación se realizó bajo absoluta tensión, los vigías escudriñaban el horizonte tratando de detectar a los aviones que podían atacarlos.

Es en esas instancias que el destructor “Cervantes” detuvo a un carguero estadounidense, momento en que irrumpió una escuadrilla de bombarderos livianos IAe 24 Calquin, los que lanzaron bombas que impactaron en el agua a unos 50 m. de los buques.

El barco norteamericano comenzó a alejarse, al tiempo que apareció un Avro Lincoln volando a gran velocidad, con sus compuertas de bombas abiertas, este lanzó sus bombas provocando grandes explosiones cerca de los barcos.

Fue en ese momento que se desató la lluvia, en medio de la cual los destructores abrieron fuego contra el Lincoln que se alejaba. Recordemos que un avión similar fue derribado durante estas contiendas por los cañones de 40 mm. del ARA “Murature” mientras protegía la Escuela Naval y la Base Naval de Río Santiago.

Con proa puesta hacia Uruguay, ambos destructores el “Cervantes” navegaba severamente dañado, con los cañones en crujía; enfilando hacia el puerto de Montevideo para poder dar atención a sus heridos.

A la hora 18:30, los intercepta el remolcador uruguayo “Capella y Pons”, embarcación a la que se traspasan los heridos y los muertos del “La Rioja”.

Mientras se preparaba el ARA “Cervantes” para ser remolcado, y como las aguas del Plata se agitaban cada vez más por el temporal que se avecinaba, a bordo del ARA “La Rioja” que viraba hacia mar adentro, un cadete de apellido Ferrotto lanzó la voz de alerta: “¡¡Aviones enemigos!!, ¡¡Aviones enemigos!!,” gritó el joven marino.

Ante esta situación crítica, la tripulación corrió a sus puestos, al tiempo que el remolcador uruguayo “Capella y Pons” desenganchaba rápido y se alejaba de los destructores argentinos.

Los temores se acrecentaban, ya que se observaba como cuatro aviones volando en formación se acercaban en forma veloz hacia los buques.

Mientras algún oficial ordenaba soltar amarras y otro pedía preparar la artillería, alguien gritó con tono de alivio: “¡Alto, son aviones uruguayos!”.

El comandante del “La Rioja”, el Capitán Rafael Palomeque, distinguió con sus prismáticos a los cuatro aviones Mustang F-51D de la Fuerza Aérea Uruguaya, lo cual también fue confirmado por varios de sus oficiales.

Reinaba un clima incierto, regado de angustia y nerviosismo, recordemos que los dos destructores argentinos fueron duramente atacados por aviones de la FAA en varias oportunidades durante la jornada.

En medio de esa tensión, el Cadete Ferotto vuelve a gritar “¡Son aviones que se preparan para atacar!, ¡Nos atacan!”

Es en ese instante, que un oficial de apellido Peralta, ya furioso con el joven vigía, le grita “¡Pero cadete pelotudo!,¿no se da cuenta que son uruguayos?”.

Los Mustang hicieron una pasada a baja altura, permitiendo que se apreciaran sus siluetas, con la bandera de Artigas en los timones, hecho que tranquilizó a los marinos argentinos.

Tras esto, el “Cervantes” fue remolcado hacia Montevideo, mientras el “La Rioja” retornó aguas adentro, para seguir con la misión encomendada.

El “Capella y Pons” y el “Cervantes”, arribaron al puerto de Montevideo bajo la mirada de espectadores que se concentraron en el lugar. Hay quienes dicen que el desembarco de los muertos y los heridos del “Cervantes”, así como el descenso de los cadetes y oficiales; retrotrajo la memoria de muchos a diciembre del ’39 cuando cientos de personas veían asombradas la llegada de los tripulantes del “Graf Spee”.

Tanto el “La Rioja” como el “Cervantes” jugaron un rol vital en el principal combate aeronaval de la Revolución Libertadora.

Volviendo el “La Rioja” a aguas argentinas, se encontró con los restantes buques de la Armada que se había sublevado, entre ellos los patrulleros ARA “King” y ARA “Murature” (aún hoy en servicio en la Armada Argentina) y con al grueso de la flota de mar encabezada por el entonces ARA “17 de Octubre” al mando del almirante Isaac Francisco Rojas.

El nombre de este barco merece especial mención, ya que el 17 de Octubre era una fecha emblemática del partido Justicialista, el denominado “Día de la lealtad Peronista”.

Es por esta razón, que tras el derrocamiento de Perón en 1955, este barco es rebautizado como “General Belgrano”, buque que tuviera trágico final al ser hundido durante la “Guerra de las Malvinas” el 2 de mayo de 1982 por el submarino británico “Conqueror”.

Pero volviendo a los hechos del 16 de setiembre de 1955, pocos saben que estuvo a punto de producirse un incidente entre los F-51 uruguayos y los Gloster Meteor argentinos.

El mal tiempo reinante sobre el Río de la Plata al atardecer de esa jornada, evitó lo que podía haber sido un hecho lamentable para ambos países.

En la mañana, cuando lo convocó a la sede del Ministerio de Guerra, el Gral. Perón le había dicho expresamente al Cap. Crexell, “¡Dele leña a esos traidores! ¡Adopte las medidas que crea necesarias!”, por lo que el oficial naval incluso había llegado a especular con algún enfrentamiento con los cazas uruguayos si estos daban cobertura a las naves de la marina argentina que tras la sublevación buscaran asilo en puertos uruguayos.

El alto mando de la FAA y la cúpula del gobierno peronista sabían de la capacidad de la Fuerza Aérea Uruguaya, que desde inicios de la década del ’50 había sumado moderno material proveniente de USA tomando en cuenta la situación geopolítica en la región.

Ya en junio del ’55, durante el primer intento para derrocar a Perón, la FAU había jugado un papel preponderante a la hora de interceptar y por que no, de garantizar la llegada a nuestro territorio, de muchas aeronaves, ya sea de la FAA como del Comando de Aviación Naval de Argentina.

Los F-51 se destacaron en el aeropuerto de Colonia en esa oportunidad, y desde allí cumplieron con misiones de interceptación que les valieron el respeto de los aviadores argentinos.
Tres meses más tarde, nuevamente la FAU debió ponerse en alerta, siendo el Grupo de Aviación Nº 2 “Caza”, equipado con los Mustang F-51D, la unidad que tenía a su cargo la primera respuesta.

La dotación era de 24 aviones, ya que de los 25 incorporados, uno, el FAU 252 se había perdido en accidente hacía poco más de un mes, al estrellarse en el Lago de Rincón del Bonete, durante un ejercicio de tiro, en episodio en que perdió la vida su piloto, el Tte. Jorge Thomasset.

Cuando los destructores “La Rioja” y “Cervantes” se aproximaron a la costa uruguaya el 16 de setiembre de 1955, los cuatro F-51 D Mustang de la FAU volaban en misión de cobertura, dispuestos a brindar protección a las naves argentinas en caso de ser hostigadas por los aviones de la FAA leal a Perón.

Increíblemente, el Brig. Juan Fabri, Comandante de la FAA y que se apostó en la Base Aérea de Morón ese día, se había tomado muy “a pecho” directivas de Perón, ordenando la partida de una nueva escuadrilla de Gloster Meteor para atacar a los buques que ya estaban en aguas territoriales uruguayas.

Solo el mal tiempo impidió el despegue, los cuatro aviones ya habían completado la carga de combustible, tenían cargados sus cañones Hispano MK II con proyectiles de 20 mm.; y los pilotos ya estaban en sus asientos prontos para encender los motores.

En medio de una discusión, donde los oficiales a cargo de suministrar la información meteorológica recomendaban suspender la misión, Fabri insistía en dar el golpe de gracia a los buques de la Escuadra de Ríos de la ARA, que a esa altura del día se habían transformado en el emblema de la resistencia anti peronista.

Afortunadamente, primó la opinión del Cap. Crexell, a quien el Brig. Fabri evitó confrontar, por haber sido este oficial naval, la persona designada por el mismísimo Gral. Juan Domingo Perón para comandar las acciones contra la Marina sublevada.

Este panorama que se estaba gestando en medio de la ebullición del conflicto interno en Argentina, quizás era desconocido, o no, por los mandos de la FAU; todo mientras nuestros pilotos con sus aeronaves hacían salidas para patrullar la frontera con el vecino país, sin saber que podían llegar a enfrentar.

El resto de la historia ya es conocida, Perón fue derrocado, Argentina atravesó duros momentos de sangrienta confrontación; pero sin dudas que ese 16 de setiembre la relación de hermandad entre Argentina y Uruguay pudo haberse quebrado por un enfrentamiento que el clima frustró, como siguiendo los designios divinos.

Solo Dios sabe, que tan cerca pudieron estar de enfrentarse en combate aéreo sobre el río de la Plata los Gloster Meteor argentinos y los Mustang uruguayos.

iviamonte

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